Fragmento extraído del libro “Escúchate” de Prem Rawat
En algún momento de la historia de la humanidad, la gente se dio cuenta de que hay un nivel de conciencia, más allá del pensamiento, necesario para la supervivencia diaria.
Ignoramos cuándo exactamente surgió ese conocimiento; puede que fuera en los primeros tiempos del desarrollo de la humanidad.
Lo que sí sabemos es que las señales del conocimiento personal se rastrean como un hermoso hilo a través de muchas de las más grandes culturas y civilizaciones, adaptándolo cada una de la manera que les resultaba más apropiada.
Pensemos en las famosas palabras que con frecuencia se atribuyen al filósofo clásico griego Sócrates:
“¡Conócete a ti mismo!”
— Sócrates
Se dice que la misma frase también se esculpió en el Templo de Apolo en Delfos.
Algunos historiadores creen que los griegos adoptaron ese aforismo de los antiguos egipcios.
Al parecer el templo interior de Luxor tenía una inscripción que decía:
“Hombre, conócete a ti mismo y conocerás a los dioes”
— Inscripción en el templo interior de Luxor
Hablaremos sobre estos dioses más adelante.
La cuestión es que la frase no es “Conoce tu historia” ni “Conoce tu cultura” ni “Conoce la sociedad”; es muy precisa: “Conócete a ti mismo”.
¿Te conoces a ti mismo?
Cuando hago esa pregunta, la mayoría de la gente se limita a sonreír y a decir algo como «quizá» o «no estoy seguro».
¿Quién eres?
Es una pregunta sencilla que puede ser difícil de contestar, en parte porque normalmente tendemos a responder con palabras más que con sentimientos.
Las palabras son un buen punto de partida, pero conocer nuestro ser trata de lo que experimentamos más que de cómo nos definimos a nosotros mismos.
Lo que pretendo decir es que, a lo largo de muchos siglos, la gente ha experimentado la satisfacción que se deriva del verdadero autoconocimiento, y todos podemos hacerlo.
Parte de mi trabajo consiste en ayudar a contrarrestar los efectos de un mundo que puede distraernos fácilmente de quiénes somos.
Mucha gente te dirá lo que no eres; yo quiero ayudarte a que sepas quién eres.
Mucha gente te dirá encantada todo lo malo que tienes; yo quiero ayudarte a que aprecies todo lo bueno que hay en ti;
Mucha gente no dudará en decirte que deberías ser más así o asá; yo pretendo decirte que tienes la perfección en tu interior.
Sobre la marcha llegarás a responder por ti mismo a la pregunta «¿Quién soy?».
Y quizá incluso a «¿Por qué estoy aquí?».
Hasta ahora, mi mensaje empieza con la verdad fundamental de que la paz está en cada uno de nosotros sin excepción.
Resulta una declaración importante frente a tanta confusión, tanto cinismo, miedo y desesperación como hay en el mundo.
Mi propuesta es sencilla, práctica y fácil de aplicar.
No se trata de estudiar durante años; ya tenemos lo que necesitamos dentro de nosotros.
Pero el conocimiento de uno mismo solo puede comenzar cuando asumimos la responsabilidad de nuestro propio bienestar y elegimos explorar nuestro interior.
Según mi experiencia, la paz solo es posible cuando empiezas contigo mismo.
Aristóteles, el filósofo de la Antigüedad Clásica, dijo:
«Conocerse a uno mismo es el principio de toda sabiduría».
— Aristóteles
Del conocimiento propio y la paz emana un gozoso y grato sentimiento de amor, alegría, claridad, plenitud, amor, resiliencia y muchas otras cosas; sensaciones que pueden disfrutarse como un fin en sí mismas y que no están ligadas a nadie ni a nada más.
Dejemos que este pensamiento nos penetre por un momento: tenemos un suministro vitalicio de paz interior que no depende de otras personas, que no lo definen otras personas ni nada exterior a nosotros.
Es nuestro y solo nuestro.
Es perfecto, y radica en el mismísimo corazón.
Ahí es adonde ahora nos dirigimos.