Fragmento del libro “Hacia la paz interior” de Thich Nhat Hanh (link)
¡Qué don tan precioso!
Podemos vivirlas de modo que esas veinticuatro horas nos proporcionen paz, alegría y felicidad tanto a nosotros como a los demás.
La paz está presente aquí y ahora, en nosotros y en todo lo que hacemos o vemos. La cuestión estiba en estar o no en contacto con ella.
No necesitamos viajar a países lejanos para disfrutar del cielo azul.
No necesitamos marcharnos de nuestra ciudad ni de nuestro vecindario para que la mirada de una preciosa criatura nos alegre la vida.
Hasta el aire que respiramos puede ser una fuente de felicidad.
Podemos sonreír, respirar, caminar y tomar nuestros alimentos de modo que esas actividades nos pongan en contacto con la abundante felicidad que está a nuestro alcance.
Somos muy buenos preparándonos para vivir pero no tanto viviendo.
Sabemos cómo sacrificar diez años para la obtención de un diploma y tenemos la fuerza de voluntad necesaria para trabajar duro por conseguir un trabajo, un coche, una casa o ese tipo de cosas.
Sin embargo, olvidamos que en este momento estamos vivos, que este es el único momento en que podemos estar vivos.
Cada uno de nuestros alientos, cada paso, puede estar lleno de paz, alegría y serenidad.
Nos basta con estar despiertos, vivos, en este instante preciso.